La nueva izquierda europea, especialmente presente en países del sur de Europa como Grecia, Portugal y España, ha demostrado una fuerte aspiración a desempeñar un papel relevante en las elecciones al Parlamento Europeo en mayo de 2014. Estos partidos, compartiendo rasgos comunes como ser inicialmente euroescépticos y contra la integración europea por considerarla un proyecto neoliberal, terminaron aceptándola y defendiéndola por motivos electorales. A diferencia de la izquierda tradicional, estos nuevos partidos han mostrado disposición para asumir el desgaste de gobernar, incluso si eso significa sacrificar la pureza ideológica.
En las elecciones de 2014, Alexis Tsipras fue elegido como candidato a la Comisión Europea por el grupo político de la unidad de izquierda. Podemos, un partido español aún en formación, también sorprendió al ganar cinco escaños. Sin embargo, en las elecciones de 2015 en Grecia, Portugal y España, no se produjo un frente común entre los países ganadores, y los partidos de la nueva izquierda europea se centraron más en el escenario nacional que en el europeo.
Syriza, el partido griego que inicialmente prometió poner fin a la austeridad, cayó en la polémica cuando las presiones y la falta de experiencia condujeron a un referéndum y a un tercer rescate. La premura y la falta de experiencia de Tsipras y Varoufakis en las negociaciones con los acreedores llevaron a un malentendido sobre los objetivos de la política. Tsipras eligió mantener el poder a expensas de las promesas políticas y de la estabilidad económica.
Tsipras escogió mantener el poder y juzgó mal el ánimo de los griegos en relación con la moneda europea. Intentó legitimar la decisión de aceptar el tercer rescate con un referéndum, pero la victoria del 'no' obligó a nuevas elecciones. Tsipras subrayó que solo un enfoque de izquierdas podía atenuar los efectos del tercer rescate, y finalmente, desideologizó su gobierno y capituló ante los acreedores.
El proceso de Syriza ha llevado a una pérdida de legitimidad y credibilidad, especialmente con partidos como Podemos y el Bloco de Esquerda. Aunque inicialmente culpó a la UE por la crisis, la incapacidad de encontrar aliados y cambiar los equilibrios de poder en el Consejo tuvo consecuencias significativas en el partido y en la nueva izquierda europea. En las elecciones de 2016, Syriza comenzó a transformarse en una fuerza política tradicional, con la reelección pasando a ser su prioridad y el radicalismo guardándose en el armario.